miércoles, 11 de agosto de 2010

Dos tipos de cuidado

Me preocupa ver en esta fotografía a Enrique con un pedazo de carne
prendido a su tenedor. Algo va a pasar en cualquier momento.


Puerto Escondido, a principios de los 80.

Con la idea de lavar sus trajes de baño, Marugenia, Victoria y Patricia deciden nadar desnudas en un pequeño brazo de mar que toca la alberca del hotel. Pero estas cándidas mujeres parecen haber olvidado quiénes son sus acompañantes: Enrique Pasapera y Gerardo Aguilar (Octavio duerme en un camastro y espera el regreso a su amada ciudad, para alejarse lo más pronto posible de una naturaleza cruda y hostil que sólo ofrece incomodidades).

Al verlas desprenderse de sus trajes de baño, Gerardo y Enrique, socios vitalicios del disparate y la barbaridad, comparten el mismo pensamiento. Se miran de soslayo, y brota en sus rostros una discreta sonrisa de malicia.

¡Vamos, ahora! –susurra Enrique, y su amigo lo sigue hasta los trajes de baño de sus mujeres. Toman las prendas y las lanzan al mar.

Las prendas van y vienen al ritmo de la marea, entre las risas de Enrique y Gerardo… y el sueño profundo de Octavio.

Les dijimos de todo –recuerda Marugenia-. No podíamos salir por ellos, y veíamos nuestros trajes cómo iban y venían. El de Vicky era de una pieza, y nunca regresó. Patricia recuperó el suyo. Yo rescaté la parte de abajo de mi bikini. Así que obligamos a Enrique y Gerardo a conseguir algo para salir de ahí.

Ellos, entre empujones y abrazos, van a buscar algo con qué sustituir la pérdida. Las mujeres los ven alejarse, y escuchan a Enrique decir en su algarabía: ¡Qué felices somos!

Las mujeres salieron de ahí con paliacates y toallas.

Manuscrito de Enrique

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